miércoles, 9 de mayo de 2012

PROMESA HECHA REALIDAD.

Una mujer trigueña y delgada sorprendió a Exiquio Menéndez cuando tenía SIETE años de edad, mientras cazaba pajaritos en la Sierra Maestra en MIL NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO. Era Celia Sánchez Manduley. “Me tomó de la mano, me regaló un chocolate y dimos un paseo”-recuerda Exiquio con nostalgia-me llevó hasta donde estaba Fidel”. De repente, una avioneta de la dictadura batistiana comenzó a bombardear el lugar. “Los TRES nos refugiamos debajo de un árbol y yo expresé: si a ustedes los matan yo también quiero morir, no le tengo miedo a la muerte-evoca el sexagenario y la determinación todavía puede percibirse en sus ojos. “En ese momento Celia me dijo: cuando termine la guerra te voy a mandar a buscar para que estudies” Y lo cumplió. En MIL NOVECIENTOS CINCUENTA Y NUEVE Exiquio Menéndez se convirtió en el primer niño en llegar al hogar de la flor más autóctona de la Revolución.
EL CAMINO A SU CORAZÓN “Celia Sánchez Manduley creó una familia en la que NO había distinción, todos los niños que vivimos con ella nos convertimos en sus hijos”-rememora Exiquio Menéndez-“pronto comenzamos a llamarla MA MÍA”. Al tiempo que hace un ademán, el sexagenario asevera: “La Heroína de la Sierra y el Llano era una persona muy especial, le encantaban las bromas, pero cuando tenía que ser severa lo hacía, luego del castigo venía la frase de amor”. “Al lado de Celia se respiraba calor humano-manifiesta Exiquio- contagiaba a todos con su entusiasmo y en los niños que ella crió promovió la dedicación al estudio”. A Al recordar el NOVENTA Y DOS aniversario del natalicio de la flor más autóctona de la Revolución, declara: “el mejor homenaje que podemos rendirle es tratar de asemejarnos un poco a ella y ser personas sinceras: ese era el único camino para entrar en su corazón”.