sábado, 8 de junio de 2013

OCULTO EN SU PECHO BRAVO.


Por : Haydée Hernández Más allá de ser un recio jinete que machete en mano causaba pavor a las tropas españolas, el General Antonio Maceo también fue un hombre de dolores escondidos. Quizás, el más profundo de ellos fue el amor que sintiera por su único hijo; fruto de la relación extramatrimonial con Amelia Marryat. El hijo del Titán de Bronce nació en el año MIL OCHOCIENTOS OCHENTA Y UNO en Jamaica y recibió el reconocimiento inmediato de su papá, quien le puso su nombre. A pesar de los movimientos que realizó el héroe de Baraguá por varios países durante los años de la Tregua Fecunda, nunca dejó de preocuparse por la manutención del niño y escribía a sus amigos: “yo quiero que Toño estudie para que se haga un hombre de bien”. ( El General Antonio Maceo y Grajales siempre amó a su hijo, Antonio Maceo MARRYAT y asumió su cuidado en el año MIL OCHOCIENTOS NOVENTA Y UNO. El niño vivió al lado del Titán de Bronce en Costa Rica y estudió en un colegio de la ciudad de Cartago. Antes de partir a la guerra de MIL OCHOCIENTOS NOVENTA Y CINCO, Maceo se despidió de su joven vástago con un abrazo. Desde la manigua cubana, el lugarteniente general en jefe del Ejército Libertador enviaba mensualidades para pagar el colegio del adolescente. Después de la muerte del general Antonio, la delegación en Estados Unidos del Partido Revolucionario Cubano sufragó los gastos del colegio de Antonio Maceo Marryat. Al terminar la guerra, Tomás Estrada Palma asumió la tutoría del joven, quien estudió ingeniería en el colegio norteamericano de Cornell.
UN CIUDADANO EJEMPLAR. Antonio Maceo Marryat, hijo del héroe de Baraguá siempre honró la memoria de su padre y se convirtió en un hombre de bien. En MIL NOVECIENTOS CUATRO pisó la tierra cubana y cuentan los que lo conocieron que era la viva imagen del Titán de Bronce. La Isla acogió hasta su muerte al descendiente directo de ese gran guerrero. Durante muchos años, Antonio Maceo Marryat laboró como Ingeniero en la Secretaría de Obras Públicas y nunca se dejó corromper por la politiquería de la seudorepública. El descendiente del Titán de Bronce prefirió llevar una vida modesta y sin ostentaciones. Ese fue el mejor homenaje que le rindiera a Maceo, pues cumplió con el deseo de su padre: llevó con orgullo el título de buen ciudadano que da brillo y grandeza cuando se obtiene sin mancha.